martes, 4 de septiembre de 2012

BARRAS BRAVAS Y OTRAS CUESTIONES










Cómo defender las garantías constitucionales desde el peronismo kirchnerista, contra la “civilización” mediática y la pelusa propia...


Debe haber muy pocas cosas que diferencien a los dirigentes del “balonpié” argentino ─y a los funcionarios republicanos “institucionalizados”─, con sus "amigos" de las "barras bravas" de todos y cada uno de los equipos de distintas categorías del fútbol organizado. Sólo que los primeros son blancos, ilustrados y, también presiden alguna que otra cofradía, y por ello ─y alguna otra cosa más─, tienen derechos. Los integrantes de las “barras” (los Borrachos…, los de la 12, los de la Buteller, los de la Guardia…, la 14, la 3 de Febrero, y tantos otros etc...) son negros.

Y de esto se trata: es una cuestión entre blancos y negros; entre pobres y ricos; entre los que "saben" y los "idiotas útiles". Es, claro, una lucha de clases.

La conducta de los dirigentes y ciertos políticos no se nota o se nota poco. Al menos sólo se la sospecha y se la insulta, pero nada más, algún que otro juicio que atravesará con mayor o menor suerte. Sus movimientos son parcos, tranquilos, elegantes, irresistibles, para algunos, soberbios.

"Ellos", los malos, son delincuentes, violentos, patovicas, barras bravas y, también, asesinos. En cambio, Patti fue diputado; Martínez de Hoz, economista preso en su casa del Cavanagh de Retiro, después de muchos años; y Videla, preso vip; Massera, marino que pudo morir enfermo pero sin que lo alcance la domiciliaria. Menem, en cambio, senador; Cavallo, otro economista, libre y asesor de otros hombres poderosos, blancos e ilustrados y también libres.

Los manejos que realizan los "malos" no pueden ocultarse, saltan a la vista porque son negros, porque no son inteligentes, ni educados. Son avaros: no saben repartirse el botín "conquistado" sin abrir la boca, calmos, en su momento y armoniosamente. Por ello se matan, se pelean, se disparan y acuchillan a la vista de quien quiera verlos. Por caso, también, se amenazan y delatan por donde sea. ¡Son negros! Qué esperar de esos.

Acaso, esa sea la única diferencia entre el ex presidente Aguilar y los "Borrachos del Tablón", entre el actual presidente Cantero y “Bebote” Álvarez: estos últimos de ambas relaciones dicotómicas son más primitivamente genuinos. Acaso, más "honestos" ya que se dicen y muestran cómo son. No se lo ocultan a nadie. Y, sin embargo, la sociedad mediatizada prefiere a los que tapan y esconden sus hechos y disfrazan con oropeles sus peores acciones. Incluso, son capaces de poseer argumentos delicados que permiten justificarlas.

Claro, llegado el hastío, los inteligentes tiran a sus “De la Ruas” a la basura y los entregan. Le sueltan la mano. Nadie los defiende desde el poder y la sociedad republicana se satisface de la caída. “Culpabilidad por vulnerabilidad”. Pero el orden establecido continúa: Impertérrito, más consolidado que nunca hasta que tengan que perder a otro de los suyos por no haber hecho buenos deberes.

Los negros, los malos, los violentos, los pobres, los barras brava no tienen, siquiera voz. A veces, sí. Cuentan con un par de horas en sórdidas entrevistas televisivas, o algunas líneas periodísticas en “amarillentos” papeles de diario que rápidamente sólo sirven para envolver el mismo pescado podrido que surge de estos. Y muy poco más.

Ciertamente, los negros, los chabacanos y los brutos, sucios, feos y malos, los que no son Aguilar, Angelici, Leo Rodríguez o Cantero -que dicho sea de paso mientras denunciaba a su barra brava triangulaba tres jugadores de su primer equipo profesional, evadiendo entre todos ellos divisas útiles para los sectores de donde provienen muchos de sus mismos “perseguidos”-, sólo sirven como entretenimiento menor para la raza elevada.

Pensar por sí mismo es una aplastante responsabilidad, pero es, primordialmente, "buscar la suprema piedra de toque de la verdad en sí misma, esto es, la propia razón"; comprendemos así que orientarse en el pensamiento es tener por oriente la razón, o, de otro modo, la "libertad misma". El hombre desorientado, y la desorientación vivida en el sordo y corrosivo disgusto de quien huye de sí mismo es el hombre alienado en el sentido de la irrescatabilidad definitiva de sus propias posibilidades.

Sin embargo, como veremos con la vida misma, las "pesadillas" más terribles no siempre han sido imaginadas por artistas o profetas. La siniestra ventaja que poseen lo hombres de razón, -todos los que pertenecen a la membrecía de los “bien intencionados” que se han mencionado en estas líneas, por caso-, es que en contubernio con los poderosos se encuentran capacitados para ejecutarlas.

Entonces, es bueno que la razón la usemos para llevar adelante una relectura de la violencia estructural, comenzando desde el pasado histórico argentino, también mediato y, por qué no, concluyendo con la inmediatez diaria.

El devenir nuestro a lo largo de nuestros años nos ha permitido oír acerca de la tortura y los torturadores en distintas materias. Tanto es así que, incluso, en un tema de índole muchísimo menor, los amantes del fútbol semanal podríamos decir que, útilmente, viendo jugar a nuestros equipos amados nos "duelen los ojos". También, sabemos del rol que cumple el Estado según quien lo comanda. Y conocemos de clases sociales, tanto que sin ir muy lejos nosotros formamos parte de alguna de ellas.

"Mi querido amigo: ayer se despachó una comisión para usted dándole instrucciones sobre el modo que debe proceder como Comisionado Nacional (...) Mi idea se resume en dos palabras: quiero hacer en la provincia una "guerra de policía". Declarando ladrones a los montoneros, sin hacerles el honor de considerarlos como partidarios políticos (...) lo que hay que hacer es muy sencillo...", le escribía Bartolomé Mitre a Domingo Faustino Sarmiento en 1863. Y, aún, nada terminó.

Sarmiento acompañaba la bravata, del original dueño del corporativo diario La Nación, sosteniendo que "Cuando a ciertos hombres no se les concede los ´derechos de la guerra´" -(los cuales serían hoy los derechos de la corrupción ilustrada o el derecho de los poderosos)- "entran en el género de los vándalos, de los piratas, es decir de los que no tienen ´comisión´ ni derecho para hacer la guerra y la hacen contra los usos de todas las naciones, y es por la propia seguridad de estos usos que es permitido quitarles la vida donde se los encuentre".

Y tiene razón el sanjuanino maestro, los negros, los pobres, los "borrachos", los barra molestan a los buenos modales. No saben "hacer las cosas". Los usan eso, sí. Pero a pesar de ello, y como si fuera por un capricho que no lo es, le quieren discutir el poder a los poderosos.

En su propio territorio, en sus mismos negocios y sus desaguisados corrientes. Sin inteligencia, sin sumar poder político. A cómo dé lugar. En cualquier sitio. A puño limpio, y dejando las huellas como obra tosca. A merced del sistema punitivo estatal.

Solo que para mal de aquellos "usos" sarmientinos hoy prevalece la dignidad de las garantías constitucionales y deben llevarse a cabo los procesos judiciales como Alberdi manda, con la gente acusada manteniendo la libertad, ya que ellos son inocentes hasta que se demuestre lo contrario en sentencia firme. Incluso aplicando -las garantías- en contra del parecer de aquellos para los cuales la revolución francesa las creó en salvaguarda de sus vidas, su honor y sus haciendas contra un posible Estado autoritario, y que hoy protestan y, sin embargo, no aguantarían un solo minuto encarcelados sin clamar por su buena conducta a grito pelado.

Lamentablemente, los negros, los pobres, los marginados, los "borrachos", los barra, a veces, en tiempos del post-modernismo, pelean individualmente, sólo por ellos. Pero, a la postre, están disputando el poder a los poderosos. Con malas armas, es cierto, pero pelean, no quieren dar el brazo a torcer. No quieren lamentarse de haber nacido negros, pobres, "borrachos" e iletrados. También le están discutiendo el poder a todos los dirigentes y a algunos políticos desorientados y a su arrogancia universitaria, hueca e incontinente.

Pelean como no lo hacen los dirigentes y funcionarios opositores, empresarios, intermediarios y algún otro que se pasó de este lado del proyecto nacional y popular, que vieron lo que vino pasando pero hicieron y hacen de cuenta que nada ven. Quizá porque desean continuar el orden establecido y que el alejamiento de algún indeseable resulte con el menor daño posible, la menor cantidad de esquirlas posibles, no sea cosa que alguna deje heridas incurables a propios y extraños.

Hoy la pelea está desarrollándose colectivamente en la Nación y sobre todo con los jóvenes transvasados, e individualmente en las canchas o por medio de "corporaciones" en el sector del poder real. No tiene los ribetes estratégicos de los 70. Pareciera que faltan los fines de semana deportivos los ideales trascendentes. Apenas existen mezquindades, pero, muy a pesar de ello, son las mismas luchas, por otros caminos, entre los poderosos del poder y los desposeídos. Por supuesto, en los estadios, una confrontación menos aglutinadora y con menor cantidad de éxito posible.

El Padre Hernán Benítez, confesor de la compañera Evita, a quien se rinde homenaje denominando con su nombre al torneo inicial de fútbol, se preguntó alguna vez, en referencia a los "subversivos" de aquellas épocas: "¿Qué los lleva a reaccionar violentamente contra el medio social en que acunaron? A mi entender, -se respondía-, la convicción de que sólo la violencia barrerá con la injusticia social. Por las buenas jamás los privilegiados han cedido uno solo de sus privilegios. Estos jóvenes sienten, con un fuerza que no sentimos los viejos, la monstruosidad de que un quince por ciento posea más bienes que el ochenta y cinco por ciento restante. Viven en un estado de indignación y de irritación del que apenas podemos formarnos una idea. Por eso ven con buenos ojos al peronismo y reaccionan en contra de las pestes oídas contra él".

Para estos casos, convendría recordar a otra mujer, a Simone de Beauvoir cuando bella, también, en su inmortalidad, citaba: "Sería inútil indignarse. Protestar hoy en nombre de la moral" -y a favor de la república- "contra `excesos´ o ´abusos´ es una aberración. En ninguna parte hay abuso o exceso; lo que reina en todas partes es un sistema".

Por suerte, para este escriba existe y suena hoy la más maravillosa música que puede resonar en los oídos del pueblo argentino: un proyecto nacional, popular y liberador que permite dar batalla afuera y adentro, por nosotros mismos, por nuestros “dioses paganos” y, sobretodo por nuestra juventud maravillosa, la de ayer, la de hoy y la de ¡¡¡Hasta la victoria siempre !!!


Antonio Mancuso
abogado


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